2 La vida cotidiana es un desafío a nuestras relaciones

Ejemplo 1:
Inés y Lucio están casados por segunda vez. Lucio tiene tres hijos del primer matrimonio. Ellos ya son adultos y viven independientemente. El se ha dedicado intensamente a reflexionar sobre los temas de violencia y vicio, con el fin de ver claro las razones por las cuales su primer matrimonio fracasó. En ese proceso encontró la posibilidad de hacer un curso extensivo de dos años. Tras reflexión y estímulo de Inés lo terminó. Con él pudo trabajar como consejero a pesar de que cuando comenzó el curso él quería en primer término comprender su propia actitud en el pasado. Ahora siente cada vez más la necesidad de dar sus conocimientos a los demás. Ya tiene una idea sobre cómo hacerlo.
“Escucha, Inés, he pensado que el conocimiento que he acumulado es enormemente útil darlo a muchas otras personas. Para eso he pensado en diferentes maneras. Lo básico es que no quiero quedarme sólo con todo lo que sé. Hay diferentes maneras. Me quieres ayudar?” Inés en ese momento estaba pensando en la entrevista que iba a tener al día siguiente con su jefe inmediato en el Ministerio de Trabajo y le contestó distraída: “Pero cómo puedo ayudarte?” “Quiero ofrecer una forma anónima de consulta, consulta por Internet. Yo sé que la timidez es muy grande en muchos casos para ir personalmente a un puesto de consulta. Me podrías hacer una hoja de Internet, ya que tú tienes bastante práctica en eso?” “Ah, Lucio, tú no sabes cuánto trabajo cuesta el hacerse presente en Internet en forma interesante y de buen gusto. Cierto es que yo doy clases de diseño para principiantes, pero sólamente para principiantes. Fuera de eso hay que hacerla conocer al público y tú te quedas día y noche atendiendo el proceso y resultan de repente locos con solicitudes inmorales – no, no creo que eso sea una buena idea.”
Lucio se siente desilusionado. Claro está que el hacerlo requiere trabajo, puede ser que algunos hacen con eso tonterías, pero al mismo tiempo podría él ayudar a personas desesperadas y dolidas para quienes eso puede ser un soporte, una verdadera ayuda. “Yo creo que debemos hacer algo útil en vez de dejar pasar los días y vivir nada mas que para viajar una vez al año en vacaciones. Qué queda en este mundo de nosotros cuando ya no estemos más aquí?” El no comprende a Inés; hasta ahora lo había respaldado, precisamente en ese curso intensivo. El había llegado a un punto muy crítico en su vida cuando tomó ese curso sobre programación con Java. Estando  en los 42 años, con las dificultades de encontrar trabajo, encontrar otra vez un puesto fijo en su profesión no es fácil. Ella lo había estimulado, lo acompañó y más tarde cuando el curso hacía algún tiempo que había terminado y él había conseguido un puesto independiente, fué ella la que lo estimuló para seguir con esos temas. Y ahora? Inés se dá cuenta de su resentimiento pero al mismo tiempo está impaciente. “Ah, tú con tus ideas raras. No te parece que tanto yo como tú, principalmente tú, merecemos disfrutar de la vida después de todo lo que ha pasado? Distánciate del pasado!”
Lucio siente que ella no lo comprende. Es cierto que la vida de los dos transcurre sin problemas, los hijos de Inés lo aceptaron a él como parte de su familia, pueden financiarse sus vacaciones, pero en cierta forma su vida debe tener un propósito superior a éso. No puede hacer comprender a Inés y ni él mismo comprende por qué esa página de Internet es para él tan importante. Está contento con ella y con su matrimonio, sólo que hay algo que le hace falta. Eso lo nota muy claramente. En la vida no se trata sólamente de uno mismo. Entre tanto Inés piensa: Nunca vamos a salir del sobrecargo de trabajo? No puede él apreciar y disfrutar de lo bueno que hemos logrado como lo hace cualquier persona normal? Se siente cansada y triste.


Ejemplo 2:
Claudia dudó al principio pero después se alegró de la invitación que le hicieron a la reapertura del hogar para jóvenes. Ese hogar era un pequeño hogar familiar para chicas, en el cual ocho jóvenes pueden vivir en parte durante varios años. Ese hogar, atendido por pedagogas y asistentes sociales y financiado por el Departamento de Juventud, fué el hogar que ella tuvo. Funcionaba en un edificio no muy lujoso en las afueras de la ciudad. Claudia tenía 14 años cuando llegó allá y salió poco antes de los 19 años. En ese tiempo no sólamente había aprendido un oficio sino que llegó a aprender algo esencial: que no era la criatura inútil, estúpida y molesta que hubiera sido mejor que no hubiera nacido, que le habían dicho hasta entonces constantemente. Ella era una persona útil, tenía talento, podía aprender a valerse por sí misma y a cuidarse. Y podía también ayudar a otros. Pensativa miró la invitación. Le iba a contar a su esposo y la semana próxima iba a estar presente en la celebración. Rolando la escuchó en silencio cuando le contó lo que planeaba hacer. Miró al hijito y dijo: “Pues tú tienes que saber si quieres volver allá!” Ella sonrió. Se habían conocido en los dos años de aprendizaje y el reglamento de ese hogar para visitas de hombres era muy rígido. A pesar de que en su habitación tenía una especie de esfera privada, no era permitido para los amigos pasar la noche en el apartamento y por eso, para su vida amorosa habían tenido que buscarse otro lugar…. Con seguridad que Rolando estaba pensando en las despedidas con lágrimas y por eso no entendía que ella quisiera asistir a la invitación. Pero por otra parte el no había estado presente en las muchas conversaciones que había tenido con su asistenta social. Hablando de sí mismas y de todo. Tuvieron muy buenas conversaciones. Ella sí estaba dispuesta a ir.
Cuando a la semana siguiente, bastante tarde después de la reunión, volvió a la casa, estaba con la cabeza llena y un poco confundida. Le había sucedido algo importante. Le pidieron que tomara parte en el grupo de la directiva del hogar para jóvenes. Al principio sin decir palabra movió negativamente la cabeza, pero cuando oyó más sobre la dificultad de conseguir personas dispuestas a colaborar socialmente tuvo un momento en que pensó: por qué no? De las mujeres allí reunidas ella fué la única de las antiguas que habían vivido allí. La única que sabía lo que era vivir en el hogar para jóvenes y cuáles eran las necesidades reales. También era ella la única que podía decir por experiencia propia: me ayudó el poder vivir aquí. El trabajo que hicieron aquí me dió la posibilidad de tener una vidas independiente y respetable. Por eso al final estuvo de acuerdo. Estaba nerviosa y a pesar de eso cogió el bus hacia la casa y se dijo: “Hice bien en aceptar. Mi decisión fué correcta.” Rolando quedó asombrado cuando ella le contó lo que había sucedido. “Estas loca? Eso no puede ser cierto! Como parte del asunto tienes que colaborar financieramente cuando el dinero para la mantención del hogar se vaya acabando. O si a ellos les falta una educadora, a tí te toca ir a sacar a alguna joven medio loca de un bar. Alégrate de haber salido de ahí. Ya pasamos de ese tiempo. Yo trabajo horas extras para poder comprarnos una casita en el futuro. Tú trabajas por horas, tienes a León, no queremos esperar tanto para tener el segundo y ahora vienes tú con esas noticias?” La miró furioso. Claudia tuvo que contenerse. Nunca había oído de su esposo un discurso tan largo.
Por qué se puso tan furioso? Al final, era la decisión de ella y no la de él. El no tenía nada que devolver pero ella sí, porque sin ese hogar no estuvieran como están ahora.  Tampoco tuvieran su pequeña familia! Ella sintió que también se estaba poniendo furiosa. Miró a Rolando desafiante.